jueves, 2 de abril de 2015

El sueño de Ronny




 











¡Al fin es jueves! Se levanta más temprano que nunca, mira el bate junto a la cama y sonríe. Sabe que después de la escuela viajará hasta la Ciudad de los Puentes, y allí, cerquita del mar, jugará pelota.
Para Ronny Guerra Jiménez, la lejanía no es capaz de paralizar los sueños. Por eso, con solo nueve años, sus padres lo llevan dos veces en semana después de las clases al Beisbolito ubicado en la urbe yumurina, donde forma parte del proyecto comunitario Los Cometas. 
 
 Todo comenzó hace más de seis meses cuando se bañaba en la playa El Tenis y, luego de ver un juego de béisbol cerca, no paró hasta lograr que su papá hablara con el entrenador.
Entonces el pequeño no imaginó el sacrificio que implicaría tomar tal decisión: las caminatas de casi siete kilómetros para regresar a su comunidad natal Manuelito, en el municipio de Pedro Betancourt, las dificultades con el transporte y las llegadas de noche al hogar.                                    
Bárbaro Izquierdo Mediavilla, profesor al frente del proyecto, recuerda que primero se asombró por la distancia que debería recorrer el infante para acudir a cada clase, pero enseguida lo consideró su alumno. Le dio la oportunidad de jugar en segunda base durante el encuentro con amigos canadienses que tuvo lugar en el primer trimestre de este año, y ahora hasta piensa organizar un juego en su terruño.
Hoy, cuando el pequeño ya es un integrante más de esa gran familia de estrellitas apasionadas por el deporte nacional, su padre Raúl Guerra Alemán confiesa: “Al principio lo complací creyendo que se arrepentiría. Sin embargo, después de todo este tiempo sigue con el mismo embullo de antes y se amarra a llorar cuando no puede asistir”.
“Me ha hecho aprender pelota después de viejo. Su madre y yo estamos muy orgullosos. Tiempo atrás pensamos que nuestro hijo era autista, pero teníamos fe en que los médicos descartarían esa posibilidad y así fue. Cada vez que vence un obstáculo nos estimula a seguir adelante. Él es nuestra razón”.
Después de enviar un saludo a sus maestras de cuarto grado, por el apoyo brindado, Ronny busca el guante y se pone su pulóver blanco y rojo. Aunque prefiere el color azul, si se trata de béisbol, no hay otra tonalidad más hermosa que la de Los Cocodrilos.

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