jueves, 12 de febrero de 2015

Cartas de amor


Escribir cartas románticas es difícil, aunque muchos lo duden. Correr tras las palabras sin tropezar con fórmulas gastadas se vuelve casi imposible. Sin embargo, no puedo ignorar que hoy es 14 de febrero.


Entonces me froto las manos, las paso por mi mentón y hago algunos trazos en esta página en blanco con el tímido propósito de pintarte. No importa si algunos me recuerdan que ya existe un día para ti, caprichosa como siempre, hallo en este espacio el mejor lugarcito para homenajearte.
Y es que al celebrar esta fecha, no se puede ignorar el abrazo de los amigos y el calor del hogar. Por eso, precisamente hoy intento dibujar con vocablos tu figura, porque no existen días suficientes para darte las gracias por tantos cuidados y cariño.
No recuerdo el instante en que abrí mis ojos al nacer, pero sin dudas lo que sentimos fue amor a primera vista. Dependía de ti totalmente, de ahí mis gritos desesperados justamente cuando te disponías a comer o dormir.
Luego llegó el tiempo en que me fascinaba recoger tusas de maíz en el patio y registrar todas las gavetas. De esos años no sé mucho tampoco, pero conocí dichas travesuras al leer una libreta donde anotabas todos mis incipientes pasos por la vida. Junto al cuaderno descubrí también tus cartas para papá mientras él se encontraba en el servicio militar. Me sentía afortunada por ese tesoro y lo llevaba conmigo para todas partes.
¡Y qué decir del día en que perdí mi primer diente! Entonces las dos jugábamos a hacer figuras con la sombra y reíamos a carcajadas. Me asusté mucho cuando noté la pérdida, pero tú estabas ahí como todas esas veces que enfermé de la garganta y acurrucada en mi cama, me ponías compresas para bajar la temperatura.
Al repasar cada detalle, comprendo que te has empeñado siempre en protegerme y a pesar de mis errores no desmayas en el afán de corregirme o alcanzarme la sombrilla por si llueve. Evoco además los regaños, los consejos que en ciertas ocasiones no quería escuchar o tus lágrimas en el empeño de no dejarme sola ni siquiera en medio de la tristeza.
Así eres tú que hasta agotada te levantas cada madrugada a las cinco, para prepararme el desayuno, sin importar mis ruegos para que no lo hagas. Has estado conmigo en medio de las decisiones sin impedirme transitar el camino porque sabes que no tardaré en volver a tu regazo.
Ahora, cuando me dispongo a formar una nueva familia y mis sueños vuelan distantes de tu nido, aunque sea difícil escribir epístolas románticas, no puedo dejar de dedicarte esta carta madre mía, porque no dejarás nunca de ser mi primer amor.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cuando un hombre sabe a dónde va