jueves, 8 de septiembre de 2016

Cuando el metal cobra vida










 
Otro punto de soldadura y ya. Al fin está terminada la Harley Davidson, una versión más pequeña, pero fiel a la legendaria motocicleta que ahora ocupa el espacio privilegiado en la colección de Adriel.
 

“¡Pero giran las gomas y hasta se mueve el pedal!”-exclama un amigo sin despegar los ojos de la carrocería. El detalle de las llantas, chasis, retrovisor vuelve a sorprender a quienes ya quedaron perplejos una vez ante sus barcos, fotingos, locomotoras y saxofones.
 
Adriel Rodríguez Echazabal, vive en Bolondrón, tiene 23 años y es graduado de la Escuela Profesional de Artes Plásticas de Matanzas Roberto Diago Querol, pero su pasión ya le corría por las venas desde pequeño.
 
“Mi primera maestra fue mamá, quien sin tener conocimientos de la especialidad me pedía que le hiciera un tractor, una vaca, lo que se le ocurriera”, cuenta el joven artista y recuerda aquel tocororo, que su hermano no creía hubiera dibujado él. 


 
Mayor fue la sorpresa del tribunal al frente de las pruebas de aptitud para matricular en Artes Plásticas cuando su madre les enseñó la escultura de un caballo, que con tan corta edad había logrado representar.
 
“Cursaba el noveno grado, mis libretas siempre estaban llenas de figuras. Cada vez me adentraba más en ese mundo de inspiración y creatividad, por eso aunque supe un poco tarde de las pruebas, fui de prisa y llegué de último, pero parece que los profesores vieron algo en mí”.
 
“Luego, en la escuela aprendí muchísimo. Desde el principio supe que prefería la escultura y el profesor Yoel Peláez, más que el conocimiento, me dejó su espíritu de artista”.
 
De ahí que Adriel prefiera entre los materiales el metal y hoy sus obras reflejen la precisión y belleza, que un día le enseñara su maestro. No obstante, al llegar a cuarto año se aventuró en el grafito hasta adaptar a la realidad cubana obras como El Moisés, El Pensador y El Discóbolo.
 
“Al Moisés le agregué una señal de tránsito y El Pensador lo transformé en el Sembrador, por llevar sobre sus piernas una guataca. Estas y otras figuras con una altura de apenas unos centímetros captaron la atención de muchos espectadores durante la exposición de mi tesis de grado”.
 
Tiempo antes por sus primeros trabajos en este formato había sido seleccionado entre los tres primeros lugares para exponer en la Bienal de La Habana en el año 2012.
 
“He presentado algunas obras en la Galería de Pedro Betancourt Enrique Pérez Triana, donde obtuve varios premios en algunos concursos y también he expuesto en Varadero. Tengo mi propio taller donde encuentro la forma de expresarme, liberarme”.
 
Extender sus trabajos y presentarlos en la próxima Bienal son solo algunos de los sueños de este joven, que cada mañana le da un beso a su esposa y se marcha a crear, allí donde el metal cobra vida.


 

 























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