lunes, 30 de enero de 2017

Donde comienza tu nombre, Martí














¿Tu nombre? Ya no recuerdo cuándo lo escuché por primera vez, solo aquel dibujo que me ayudó a hacer mamá donde quedaste con una frente grande y dos prominentes entradas típicas de un hombre inteligente, como concluyó abuela.

Tu nombre estaba por todas partes en la primaria de Bolondrón: en el busto junto a la bandera, enredado en el pelo de la Nené Traviesa pintada en la pared del comedor y hasta en la biografía del mártir de la escuela, quien murió el mismo año de tu natalicio.

Pasaron muchos eneros, pero nunca logré olvidar aquella antorcha que me hizo papá con un palo y una lata de leche condensada. Frente al antiguo cine del pueblo donde está tu monumento, desfiló un concierto de llamas, mientras yo las miraba con asombro sin detenerme a pensar en el tizne que me cubría la cara. 

Así se me pegaron al lado izquierdo del pecho aquellas cinco letras que pronto aprendí a escribir, citar…soñar. Eso último fue durante la secundaria cuando andaba con las libretas llenas de frases tuyas, segura de que “el verso por dondequiera que se quiebre ha de ser luz y perfume”.

En varias ocasiones me descubrí estudiando tu vida, sí, la de ese Martí que tras llegar a la finca “El Abra” de Sardá, en Nueva Gerona, antes de ser deportado a España, hundía las manos en los bolsillos del pantalón donde llevaba los grillos que habían macerado su carne, para no olvidar el dolor de los cubanos oprimidos y torturados en el presidio político. 

Allí estaba horas frente a las páginas de algún libro leyendo tus historias, como la del día que al llegar a Cayo Hueso  rehusaste viajar en el lujoso carruaje que te ofrecían porque preferías ir en “las alas de ternura” tendidas por el pueblo congregado para darte la bienvenida.

Y aunque ya no soy aquella niña que recogía de un débil giro el manto de flecos rojos jugando a ser la bailarina española, todavía tu nombre se me escapa en la pretensión de convertir la pluma en “pincel que esculpe y taja”, cuando lucho porque el vaso no sea más que la flor o si resuelta a escribirte este 28 de enero me pregunto “cómo me doblo yo y me encojo bien y voy dentro de esta carta a darte un abrazo”.

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