martes, 25 de octubre de 2016

Cubanos contra el cáncer del bloqueo



Para los cubanos la palabra bloqueo se traduce en una especie de tumor, un duelo a muerte.  No se trata de recurrir a la cursilería para definir el mal que nos agobia, sino de representar la magnitud del agravio y el absurdo.   

Y es que este sentimiento de asfixia e inmovilidad duele desde hace más de 50 años cuando el gobierno estadounidense halló en el desaliento producido por las carencias económicas, “el único medio previsible para enajenar el apoyo interno”  a la Revolución Cubana.

Desde entonces, la restricción de la exportación de combustible a Cuba, la reducción de la cuota azucarera o la intensa maniobra en la OEA para imponer sanciones a Cuba, son solo algunas de los síntomas que la enfermedad provoca.

La palabra bloqueo se traduce en la imposibilidad de adquirir en los mercados estadounidenses medicamentos, reactivos o piezas de repuesto para equipos de diagnóstico y tratamiento instrumental; en la necesidad de utilizar intermediarios en terceros países para adquirir productos agrícolas y de otro tipo encareciendo los gastos, o en las afectaciones en el sector educacional por la imposibilidad de adquirir, en el mercado estadounidense, el equipamiento imprescindible para llevar a cabo el proceso docente educativo. 

No exagera el Informe de Cuba sobre la resolución 70/5 de la Asamblea General de las Naciones Unidas titulada “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba”. El daño económico ocasionado al pueblo cubano por la aplicación de esta política solo entre abril de 2015 y abril de 2016 y considerando la depreciación del dólar frente al valor del oro en el mercado internacional, asciende a 753 mil 688 millones de dólares.

Desde que comenzó a aplicarse  el bloqueo ha provocado perjuicios cuantificables por más de 125 mil 873 millones de dólares a precios corrientes. Pero las cifras no pueden encerrar el número de familias separadas a causa de las dificultades económicas y la decisión de muchos de seguir el “sueño americano”.

No hacen falta bisturís para identificar la malignidad de este cáncer cuyo avieso propósito es ahogar al pueblo cubano y hacerlo claudicar ante la decisión de ser soberano e independiente por la fuerza o el hambre.

Hoy, cuando Cuba aguarda los resultados de las nuevas votaciones contra esta política en la Asamblea de las Naciones Unidas, no cabe duda de que su carácter extraterritorial se mantiene y se aplica con todo rigor,  total impunidad y en franca violación del Derecho Internacional. 

Y es que a pesar  de los avances en las relaciones bilaterales entre los Estados Unidos y Cuba, con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y la reapertura de embajadas, este nuevo escenario no impidió que el 11 de septiembre de 2015, el presidente Obama renovara las sanciones contra Cuba bajo la Ley de Comercio con el Enemigo de 1917, pieza fundacional de las leyes y regulaciones que componen el bloqueo, alegando intereses de política exterior.

Lo cierto es que así como se debe extirpar un tumor maligno cuya  proliferación celular invade los tejidos sanos del organismo, el pueblo cubano  exige el fin de esta política cruel, condición insoslayable para el avance hacia la normalización de las relaciones bilaterales entre los Estados Unidos y Cuba.


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