miércoles, 23 de diciembre de 2015

Sinsabores de fin de año




 















La llegada de fin de año se convierte casi siempre en una celebración. Hoy mismo muchos deben estar buscando la oferta más tentadora y a la vez barata, para compartir en familia. Basta decir diciembre para que pensemos enseguida en el gustado lechón asado, congrí, tomate y yuca con mojo.
Y es verdad que de tan solo mencionarlo hasta se le hace la boca agua a más de uno. Sin embargo, la cercanía del 31 también se puede volver un dolor de cabeza y me detengo entonces en un tema archiconocido “los exorbitantes precios de los alimentos”.

Que en la mayoría de los establecimientos por cuenta propia la libra de carne de cerdo cueste de treinta y cinco a cuarenta pesos no es un secreto para nadie. Que los carretilleros vendan la libra de frijol a 12 CUP, la de tomate a 8, en los mejores casos, y una piña alcance los 10 CUP, no deja de sorprendernos.

Y puede que alguien piense: “si es tan caro, cómpralo en otro lado”, pero lo cierto es que si bien en nuestra ciudad gran parte de los matanceros pueden acudir a la conocida Feria Agropecuaria, esta tampoco está exenta de insatisfacciones al convertirse en el mercado mayorista de los revendedores, tema abordado con anterioridad por nuestro semanario.

Otra opción, sobre todo para quienes no viven en la urbe yumurina, puede ser el Mercado Ideal. Sin embargo, a pesar de brindar varias ofertas, no siempre garantiza las necesidades básicas de la cocina cubana. El comprador solo tiene dos alternativas: si corre con suerte quizás encuentre lo que busca en la placita de la esquina (donde también puede toparse con números “calientes”), pero de no ser así no le queda más remedio que gritarle al viandero de la esquina, sí a ese que todos le llaman “la boutique” ¡Qué ironía!

No se quedan atrás ciertos organopónicos donde, con frecuencia, los estantes desiertos o la escasa variedad, delatan el paso de las producciones a segundas manos, manos que a veces no se conforman con la honrada ganancia y triplican el costo original sin vacilar en las necesidades o limitaciones del consumidor.

¡Y cómo no mencionar la higiene y conservación de los alimentos! Encima de los elevados precios y exiguas condiciones de limpieza, no son pocos los ciudadanos que luego de gastar casi medio salario en una sola comida, comprenden que cayeron en la trampa de los maduradores artificiales, herida directa a la salud.

Tampoco se pueden ignorar los valores de los víveres en las tiendas recaudadoras de divisas. No en balde más de una vez he escuchado decir: “Casi todo el salario se me va en comida”, “Trabajo para comer”, “¿Hasta cuándo seguirán subiendo los precios?”. Enseguida mi mente empieza a buscar responsables, estrategias o alternativas y es que los periodistas siempre quieren arreglar el mundo, aunque su única herramienta sea la palabra.

Repaso lo que otro colega llamara ecuación producción-consumo, y coincido en el resultado: mayores cosechas propias. La agilización del proceso para crear el anhelado mercado mayorista, la potenciación de proyectos locales dedicados a la producción de alimentos y con ellos el desarrollo de mini –industrias y centros de servicios, también pueden resultar muy beneficiosos. Mientras tanto, urge garantizar el abastecimiento de las provincias donde se producen ciertos insumos, y no trasladarlos en su totalidad a las grandes urbes. Además corresponde a las autoridades buscar mecanismos eficaces en aras de impedir que los revendedores acaparen para luego asfixiar sin piedad el bolsillo de la población. Al final lo que todos queremos es tener un fin de año realmente bueno.

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