viernes, 16 de diciembre de 2016

Ecos del magisterio en Matanzas




Desde pequeño Raúl miraba con curiosidad los libros de su madre sobre la mesa, junto a la almohada, en el librero, por toda la casa. A veces se paraba de puntillas para alcanzarlos, estiraba las manos, un poquito más, otro, ya casi…hasta darse por vencido después de muchos intentos.

Luego, cuando logró acariciar las primeras páginas con olor a tinta, diferentes a aquellas de animales y carros que año atrás solo lograba llenar de garabatos, su familia no supo nunca más si los libros estaban pegados a él o si él había quedado pegado a los libros para siempre. Por eso ante la encrucijada de optar por una carrera, no quiso ser soldador como su papá y su hermano, ni manejar tractores o camiones, sería maestro, como su mamá.

Ahora cada día cuando suena la alarma a las cinco de la madrugada, Raúl Aramís Quintana León no se detiene ante la rutina o las dificultades para abordar un ómnibus en su natal poblado de Bolondrón. Con 22 años reconoce la labor que realiza en la Escuela Secundaria Cándido González Morales de la ciudad de Matanzas como la misión más significativa de su vida.

“Me gusta enseñar y estar rodeado de personas con ansias de aprender. Esta profesión demanda muchas horas de entrega y sacrificio, pero también nos regala incontables alegrías al ver el resultado de nuestro trabajo en un estudiante que incorpora nuevos conocimientos, esa es la mayor recompensa”, confiesa.

Para él lo más difícil es cuando un alumno suspende a pesar de haber hecho todo lo que estaba en sus manos para que aprendiera. Sin embargo, más allá de la tristeza, repite: “Mi sueño es enseñar mientras la existencia me lo permita”.

Pero entre las cosas que agradece este profesor al frente de dos grupos que suman 80 estudiantes, es el apoyo del colectivo del centro, donde la edad no constituye una barrera para enseñar, y hacerlo bien, de ahí que mereciera el reconocimiento Magisterio de Honor, haya sido seleccionada como sede del acto municipal por el día del Educador el próximo 23 de diciembre y participe en el proyecto Internacional Unidos para educar.

A pocos metros de Raúl, otra joven de la misma edad habla de pronombres y preposiciones con la habilidad de convidar a sus alumnos a una danza de palabras. Aunque es natural del poblado de Cidra, Eliane Jiménez Barrachina, viaja cada día a dicha institución para impartir clases de Español Literatura a séptimo y octavo grado.

“Al principio me atacaban los nervios y sobre todo era muy difícil por la desconfianza de los padres, quienes no creían que con tan corta edad pudiera contribuir a la educación de sus hijos, pero con el tiempo he ido ganando experiencia, así como el respeto de todos.

“Aunque resulta agotador llevar este trabajo, la Licenciatura en dicha asignatura, y ser guía de un grupo, siento la alegría de contar con el cariño de mis alumnos, al punto que me cuentan sus problemas y preocupaciones, por eso digo que además de 32 estudiantes, tengo 32 secretos”, comenta.

Escribe en la pizarra y con una mirada chispeante lanza otra pregunta. Ella sabe que ya no juega a la escuelita como lo hacía de pequeña después de ver a su mamá planificando clases. Ahora su compromiso es muy serio. Mientras la escucho explicar con destreza, recuerdo cuando me dijo que entró en el mundo de la pedagogía inspirada también en su profesora de preuniversitario Magalis Ramos, y como también soy testigo de la sapiencia de esa maga ingeniosa, comprendo la fuerza de la vocación de Eliane.

Y es que por lo general la decisión de impartir clases más allá del cansancio o las continuas planificaciones, va acompañada de otros nombres, capaces de iluminar el futuro de muchos niños.

 
“Mi mamá, mi tía y mi hermano también son maestros”, destaca Inisleydis Suárez Morales, quien como Raúl y Eliane estrecha los kilómetros entre su casa y la secundaria para educar, marcada por el ejemplo de la profesora Mercedes Pérez, de su municipio.

“Luego de terminar duodécimo grado matriculé en un curso de dos años en la sede Juan Marinello y actualmente imparto la asignatura de Matemáticas. Aunque es una profesión sacrificada, la gratitud de estos adolescentes, su admiración y afecto nos dan fuerzas para seguir”.

Me despido entonces con la agenda llena de impresiones y camino hacia la salida de la escuela pensando en las palabras de la directora: “No solo ellos tres, todos los jóvenes del centro son muy valiosos”. Así, poco a poco dejo atrás las aulas de los maestros, pero a pesar de la distancia escucho sus voces más cerca.











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