viernes, 30 de octubre de 2015

Robo con fuerza: Cuando las sombras acechan


















-¿Te enteraste?-pregunta Yamilka desde su balcón a una amiga que pasa.

-¡Ay, no me digas nada, me quedé sin palabras cuando me lo contaron! Muebles, bicicleta, hasta la cajita de TV que se habían acabado de comprar con el dinerito del duro frío– exclama Domitila mientras enumera las pérdidas con los dedos. 

Así, llegan a los hogares diferentes historias de robos con fuerza que perturban la tranquilidad familiar como una suerte de presagio, parafraseando el refrán popular: “si ves las bardas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo”.


Por suerte, los culpables no logran escapar de la justicia y terminan en un centro penitenciario. Sin embargo, existen temporadas muy proclives a la aparición de este tipo de delitos: las vísperas de fin de año, fiestas populares, etc.

Quizás por eso en los últimos meses no he podido ignorar los comentarios sobre ciertos hechos ocurridos en territorios como  Pedro Betancourt, donde la actividad delictiva ha crecido con relación al año anterior, esencialmente el robo con fuerza; situación que ha provocado cuantiosas afectaciones económicas a la Empresa de Comercio y Gastronomía local, sin tener en cuenta la población perjudicada.  

En ciertos casos el acto no pasó más allá del intento y en otros ya los protagonistas fueron capturados, pero ello no justifica la falta de acciones preventivas por parte de administrativos, pobladores, etc…

Pedro Betancourt es solo un ejemplo, porque en otros municipios de la provincia estos sucesos son también recurrentes como los populosos y económicamente importantes Matanzas y Cárdenas. Por tanto, para combatir tales violaciones urge buscar alternativas que no se limiten al  fortalecimiento de las organizaciones de masas en el barrio y su papel activo a partir del completamiento y funcionamiento de sus estructuras en la base, sino también de todos los actores de la sociedad.

En las comunidades, las guardias cederistas tienen un papel significativo, sin embargo no lo es todo. El alumbrado de las calles, la atención e identificación de individuos propensos a la comisión de delitos, así como la capacitación y preparación de personal comprometido para prevenir y enfrentar este tipo de fenómenos, son factores que no se deberían pasar por alto.

Si bien, como parte de los cambios sociales producidos tras el triunfo revolucionario en 1959, nuestra nación es considerada una de las más seguras de América Latina y ¿por qué no? del mundo, no está exenta, aunque en menor medida, de sujetos inescrupulosos decididos a sobrevivir o hasta enriquecerse a cuenta del sacrificio ajeno.

Por ello vale crear estrategias y reforzar la vigilancia para proteger los bienes de la comunidad. Asumir riesgos, denunciar de forma oportuna y no entrar en compadreo con los responsables, son algunos de los requisitos para garantizar que no ardan las bardas del vecino, y tampoco las nuestras.

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