jueves, 8 de enero de 2015

Al pie del Turquino...





















Allí estábamos. Eran las 6 de la mañana y ya debíamos comenzar a subir para poder hacer el recorrido completo. Iniciamos el trayecto alegres, jaraneros, llenos de expectativas, luego de vencer numerosos obstáculos para poder llegar hasta Santiago de Cuba.


Sin embargo, no habían mermado nuestras ansias de conocer la cima más alta de la Isla. Creo que ninguno de nosotros olvidará esos días. Las 19 horas en tren, el viaje en un carrito pequeño donde cupimos a duras penas alrededor de 14 jóvenes, la cola en la ciudad para reservar los pasajes de regreso, la amistad de tres santiagueros que sin conocernos nos abrieron las puertas de su universidad...


No es menos cierto que fue difícil resistir aquella caminata. A pesar de habernos preparado varias semanas antes hasta con una lista de lo que necesitaríamos llevar en las mochilas: agua, caramelos, chocolates, linterna, medicamentos, etc., muchos no resistimos hasta el final. Recuerdo que caminé sola alrededor de 4 kilómetros. Mi paso era muy lento y todo el tiempo recordaba las palabras del guía que nos había recalcado la necesidad de subir rápido para que no nos sorprendiera la noche en el Pico Turquino. A veces gritaba para ver si me escuchaba alguna de las compañeras que había dejado atrás, pero la brisa y el silencio fueron mis únicas respuestas. Lloré, sí, no me avergüenzo de decirlo. ¡Tenía tantos deseos de llegar arriba! Pero los pies no me acompañaban. Por último hasta las zapatillas se me rompieron. Por eso cuando encontré a Katti sentada en una piedra cerca del kilómetro ocho, sentí tanta alegría.

No quería dejar a medias lo que había empezado con tanto esmero, y menos cuando solo me faltaban 4 kilómetros, pero las pocas fuerzas que me quedaban solo me alcanzaban para bajar. No puedo negar que cuando llegué al pie del complejo montañoso me sentí derrotada, y admiré la tenacidad de quienes sí lograron casi tocar las nubes, pero hoy, al evocar aquellos instantes me reconforta  haberlo intentado y especialmente haber compartido ese recorrido con mis compañeros de la carrera de Periodismo, quienes como yo, comenzaron a trabajar hace cuatro meses. Ahora la vida profesional nos remite a otra experiencia parecida. Mas, aunque esta vez tampoco será sencillo, sé que todos llegaremos a la cima de la montaña..




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