Mientras te buscaba un regalo para el
domingo, me descubrí escribiendo estas líneas que ahora tocan tu puerta en
forma de homenaje. Sí, ya sé… no esperas grandes obsequios, ni tarjetas. A ti
te basta con que al llegar a casa no deje de caminar hasta tu rincón, entre
varillas de soldar, cines y tornillos, para darte un beso.
Saludo
a todos, salgo hasta el patio y allí estás, con la cara tiznada reparando algo.
A veces pienso que eres un mago de esos capaces de transformarlo todo, por tu
afán de volverte carpintero, electricista, plomero o albañil. Sin dudas, eso
eres, un mago dispuesto siempre a cumplir mis caprichos.
Nunca
olvidaré cuando tus piernas me servían de canal y pasaba horas tratando de
hacerte cosquillas o de ganar la guerra del no con un sí. Cómo ignorar aquellas
noches de apagón en que me mortificabas con “El cuento de la buena pipa”, entonces
te volvías niño para escuchar mis carcajadas.
Recuerdo cuando me enseñabas ajedrez, hablabas
de las batallas de nuestra historia o algo de geografía, inglés, y ciencias
naturales. El tiempo ha pasado, pero nunca has dejado de enseñarme. Así lo siento
cada vez que te veo al lado de mamá, luego de 28 años, o al presenciar en julio
de 2014 la exposición de tu Tesis de Grado para convertirte en ingeniero,
gracias al proyecto de universalización de la enseñanza que se lleva a cabo en
el país.
Creer
que nada es imposible, luchar hasta ganar y hasta porfiar un poco para
conseguirlo, son características que muchas veces encontramos en nuestros progenitores.
Esos que, en medio de las adversidades vislumbran la ternura y la paz a través
del amor por sus retoños, como lo demostrara el Maestro al decir del Ismaelillo:
“Él para mí es corona, /Almohada, espuela. / Mi mano, que así embrida/ Potros y
hienas, / Va, mansa y obediente, / Donde él la lleva…”
O
como lo expresara René González Sehwerert, al escribir a sus hijas en 1999, desde
el encierro en cárceles estadounidenses: “Girasol de oro, de amarillos
rizos/Tulipán hermoso de azabache ondeado/lindas florecillas vienen con su
hechizo/a alegrar de amor mi corazón hinchado”.
Por
eso, en vísperas del tercer domingo de junio, mientras recorría la calle Medio
tras un detalle, noté en varios lugares botellas de vino, máquinas de afeitar,
agendas, pañuelos, perfumes, desodorantes; pero percibí algo que este día no
puede faltar, las palabras que acompañan cada envoltura. Esas que demuestran el
verdadero significado de esta fecha, porque un Te quiero, de seguro será
siempre el mejor presente que puedan recibir los padres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario