Algunos
le llaman Pueblo Mocho, a raíz de la novela escrita por Samuel Feijóo, aunque
no es ese su verdadero nombre. Pero lo cierto es que quien llega a esta
comunidad por primera vez, quizás no percibe el tesoro que esconden sus tierras.
La dulzura de la piña, el mango, la
frutabomba, el boniato, así como el andar pausado de los bueyes y la sencillez
de su gente, hacen de esta apartada zona perteneciente al municipio de Limonar,
un lugar de dicha y bonanza.
Y es que entre los inmuebles que conforman la
comunidad, se encuentra la
Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA) Ramón Martell,
cuya rentabilidad no deja de sorprender a muchos desde su fundación en enero de
1985.
RECORRIDO
POR LA CPA
“En el
año 2010 el centro obtuvo la
Bandera 50 Aniversario de la Revolución y la distinción
de Vanguardia Nacional. Luego en 2012, mereció el sello metálico conmemorativo
por el 50 Aniversario de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP)”,
resalta Isabel Falcón Martell, secretaria del núcleo del Partido en la CPA.
El cumplimiento de la producción pecuaria y
agrícola, es el principal reto que enfrentan cada día los 46 cooperativistas,
de los cuales 10 son mujeres y 8 jóvenes.
“Hoy contamos con 864 cabezas de ganado
vacuno, un plan de 104 mil 500
litros de leche y 592 toneladas de cultivos varios.
Además, tenemos un módulo fortalecido por la cría de aves, conejos, carneros,
puercos, etc. Sabemos que mientras más eficientes seamos más beneficios
obtendrá el pueblo, afirma Roberto Santana García, presidente de la CPA, quien además de ganar el
respeto de su colectivo, fue seleccionado como delegado directo al Congreso de la ANAP.
“Por lo general alcanzamos cerca de 25
toneladas de carne vacuna cada año, a través de los toros de ceba con un peso
de 485 kilos y hace más de una década no hemos sufrido hurto y sacrificio de
ganado. Estamos haciendo mucho hincapié en la inseminación artificial y tenemos
un técnico integral que presta servicios en la localidad, lo que ha garantizado
una mayor planificación”, destaca Yoanka Pérez Morales, económica del centro
Los contratos con Acopio, el autoconsumo y el
abastecimiento de dos puntos de venta, uno en el parque de la cabecera
municipal y otro en este Consejo Popular, son los principales destinos de sus
producciones.
TIERRA
ADENTRO
Pero las buenas noticias no se ganan a golpe
de descuidos o indisciplinas, sino gracias al tesón y el sentido de pertenencia
de cada empleado.
“Trabajamos muy unidos y el empeño de nuestro
jefe Roberto nos motiva a multiplicar los esfuerzos haciendo énfasis en la
exigencia y el control sistemático”, agrega Pérez Morales.
Sin
dudas, tales obligaciones cobran sentido por estos parajes desde el amanecer
hasta las más frías madrugadas, donde el Destacamento de Vigilancia Campesina deja
de ser una utopía y se encarga de impedir las fechorías de sujetos
inescrupulosos.
“Aunque
la región es proclive al delito, tenemos la guardia cubierta cada día porque
todos conocemos la importancia de cuidar lo que hemos logrado con tanto esmero,
y los compañeros son estimulados por dicha tarea”, asegura Falcón Martell.
Tras
recorrer las siembras, hundirse en el arado o hablar con algún que otro
agricultor no es difícil comprender el motivo que mueve a estos hombres con
sombreros de yarey y almas de titanes.
Rogel
León Martín, por ejemplo, hace 33 años trabaja en la CPA y manifiesta su orgullo
por los resultados obtenidos. “Cultivo malanga, maíz, yuca, lo que sea, pero
todo con bueyes. Aprovecho al máximo el tiempo aquí para satisfacer las
demandas de los consumidores”.
Como
si la pasión de este último contagiara a su tío, Luis Martín Martínez, se
incorporó a las mismas labores desde el 2010 aproximadamente, después de
dedicarse 26 años a la albañilería. Sin embargo, no lo amilanan los fuertes
rayos del sol y sin pensarlo dos veces reconoce su preferencia por el oficio
que hoy realiza.
Y
es que en la Ramón
Martell, como las piezas de cualquier rompecabezas, todos se
sienten comprometidos con el rol que desempeñan. Quizás por eso, Heidi Ochoa
Batista, contadora que llegó a la cooperativa con apenas 18 años, durante su
período de prácticas, ya se siente parte de esta gran familia y confiesa: “Estoy
muy contenta por permanecer aquí, donde los resultados son tan satisfactorios”.
Cae
así la tarde y todos se despiden. Rogel sabe que le corresponde la guardia esta
noche, camina entre los surcos, llama a los bueyes con un grito cariñoso: -Violento,
Voluntario. Los nombres retumban entonces en el campo, mientras evaden las
casualidades y recuerdan a los vecinos la fortaleza y el arrojo que se respira
por estas tierras limonareñas.
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