Maritza llega del trabajo y corre
hasta el baño. Se quita las chancletas. Sube a la pesa y…. ¡no! ha aumentado
dos kilos. Con eso basta para que su autoestima ande por el suelo el resto de la
semana.
Y es que
como Maritza muchas mujeres hoy luchan por tener un peso corporal que cumpla, o
al menos se asemeje, al instaurado por los patrones de la moda internacional. Por
eso no es de extrañar que sueñen con tener busto exuberante, cintura
extremadamente estrecha y glúteos pronunciados.
En Cuba
este tema es un poco controversial, pues a diferencia de algunos países donde
las mujeres delgadas están de moda, aquí muchos cuestionan las tallas pequeñas
y siempre hay alguien que dice alarmado:” ¡Ay, niña pero que flaca te has
puesto!
No
obstante, últimamente han adquirido mucha popularidad los gimnasios para las
féminas, fenómeno que antes se daba a menor escala. Sin embargo, hay quienes
acuden a otros métodos cuando los ejercicios no surten el efecto esperado, sí
porque a veces soñamos adquirir con los ejercicios, el cuerpo de Selena o
Jennifer López.
Por eso hoy
muchas prefieren usar otra técnica que aunque parece novedosa, fue incluso el
tema de una canción de antaño. Como la engañadora descrita por la Orquesta
Aragón, hay quienes usan los llamados “blumer con nalgas” para exhibir ese
anhelado cuerpo de revista.
Los
recursos para estar en la “línea” son variadas y pasan por el gusto de cada
cual. Aunque no es delito recurrir a dichos medios para lucir hermosas, lo
peligroso es convertir esas aspiraciones en un requisito social, a tal punto
que quienes como Maritza tienen ciertas libras de más sufran las consecuencias
de la humillación o el desprecio.
No es menos
cierto que como dijera el Dr. Raúl Pérez González, especialista del Instituto
de Nutrición e Higiene de los Alimentos, "en los últimos 20 años ha
existido un incremento de la obesidad y el sobrepeso en Cuba, lo que tiene una
incidencia directa en los decesos por enfermedades cardiovasculares, cerebrovasculares, neoplasias malignas, entre otras”.
Sin
embargo, la talla no debe convertirse en medidor de belleza o aceptación. Más allá de tener sobrepeso o
estar delgada, ser alta o bajita, el verdadero atractivo no se divisa a simple
vista, porque hay que buscarlo con el corazón.
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