“En un pueblo bordado por tus manos
Para que nunca perdamos la
memoria
Hombres y gorriones se
aclaran la garganta.
Van a cantar,
Pero solo tu aguja les da
vida”
“Pintura a la aguja”, Juan Luis Hernández Milián
Un poco más de estambre verde y…
ya casi está listo el nuevo cactus de Aurora. Allá irá a ocupar un espacio
privilegiado en el estante de las plantas junto al Melocactus matanzanus, y el
Cleistocactus colademononis. Ella repasa los nombres científicos, mientras recorre
la casa, un recodo de fantasías donde nacen de los tapices bordados, framboyanes,
navíos o duendes, donde un disco antiguo de acetato puede servir de maceta y
los helechos transforman el espacio en retiro de armonía y sosiego.
“Amo la naturaleza, por eso trato
de llevarla a mis tejidos”, comenta sin dejar de mover la aguja con destreza. Aurora
Estela Arencibia, es fundadora del grupo de rescate de tradiciones Emilia
Teurbe Tolón y aunque elabora sobrecamas, manteles, carteras y confecciones para
el hogar, su predilección por los cactus conquista la atención de más de un
admirador.
“Tras acudir a cierto festival en
la casa del Benemérito de las Américas, Benito Juárez, en La Habana, me invitaron a
exponer en ese mismo lugar, para lo cual amplié mi colección de cactáceas y
orquídeas. Desde entonces he presentado dichas manualidades en La Quinta de los Molinos, festivales
nacionales, la galería de Arte Pedro Esquerré de Matanzas, la Feria Provincial
de Arte...”, explica con alegría.
Pero lo más curioso es que a esta
apasionada de la cultura mexicana que
sueña con llegar al Turquino y volar en helicóptero, nadie la enseñó a tejer.
“Comencé a bordar cuando cursaba primer grado
en la escuela Padre Rey de Castro, en Luyanó. Allí mi maestra me mostró los
puntos más comunes del bordado, pero no fue hasta los quince años que se
despertó en mí el interés por tejer a crochet de forma autodidacta, por eso
sostengo la aguja de forma peculiar como si fuera un lápiz”, confiesa.
“¿Cuándo empecé a hacer cactus? Pues,
soy miembro de la
Asociación de Aficionados
a la Botánica,
Juan Tomás Roig, y al someterme a una mastectomía en 2006 no pude seguir
en contacto con las espinas, por lo que decidí recrear estas especies a través del arte.
Para ella ni enfermedades como la
esclerodermia que le diagnosticara su médico constituyen un obstáculo cuando de
crear se trata. Antes de comenzar cada obra, Aurora estudia sus características
y por la perfección con que entrega el producto final ha recibido diversos premios,
e incluso la oportunidad de competir en el pabellón con las plantas vivas
durante el último Festival organizado por el Jardín Botánico Nacional.
“Soy graduada de Español
Literatura del Instituto Superior Pedagógico y nunca voy a dejar de enseñar. El
conocimiento hay que compartirlo. Mientras más una da de sí, más feliz se
siente”, afirma.
Quien la conoce no tarda en reconocer el
valor de sus consejos. No en balde su espacio en los mediodías de Tv Yumurí
para sugerir recetas, manualidades y otras gotas de saber, le ganaron muchos
adeptos. Mas, ella con gratitud recuerda las sugerencias e ideas que recibió de
los propios televidentes.
Y es que más allá de su pasión por las
manualidades, vegetación y espeleología, sabe cultivar amigos, por eso no dudó
en integrar el Proyecto Amazonas por la esperanza donde se suma a diferentes
actividades junto a otras mujeres operadas con el objetivo de recordarles a las
féminas de la provincia que no siempre es tarde para luchar por la salud.
Pero lo más curioso es que aunque proviene del
poblado Cabaña, en Pinar del Río y estudió en la capital por muchos años, Aurora
se siente enamorada de la
Ciudad de los Puentes.
“Me casé en el Salón de las Esponjas de las
Cuevas de Bellamar y parece que tomé agua del Pompón porque adoro mi paisaje”,
declara entre risas mientras da otra puntada a la flor que corona la cartácea y
tal parece que su aguja le da vida.