Julia lleva cientos de historias enredadas en su cabello grisáceo. Le encanta hablar de cuando su papá repartía bonos del movimiento 26 de julio o cuando ella y su hermana Dulce aprendieron a coser usando hojas de árboles.
Es como una
niña pequeña, a la que se le achinan los ojitos ante un helado de cono con
trocitos de maní y le gusta sentarse los domingos una hora antes frente al
televisor para que nadie le cambie el canal de Palmas y Cañas. Pero…a la vez es
sabia, sabe tejer consejos, preparar cocimientos contra la tristeza y cocinar unos
ajiacos que con la dosis de su sonrisa tienen la magia de fortalecer el
corazón.
Aunque muchas veces confiesa sentirse mal
porque quisiera tener la salud de antaño para trabajar más, vive orgullosa de
sus canas. Por eso este primero de octubre sintoniza Radio 26 para escuchar a
los mariachis mientras escoge arroz y al mismo tiempo celebra el Día
Internacional del Anciano, instituido por la Organización de las Naciones
Unidas en memoria de Ema Godoy Lobato, escritora mexicana que dedicó su vida a
trabajar a favor de ese segmento poblacional.
Resulta que
para ella sus 76 años constituyen motivo de celebración y orgullo: suma de
achaques, pérdidas y cicatrices, pero prueba de sacrificio, regocijo de
cultivar retoños luego de tantos desvelos, regalo de constancia y experiencia.
Julia sabe
que Cuba se encuentra entre las naciones más envejecidas de América Latina y
que según las estadísticas para 2025 uno de cada cuatro cubanos tendrá más de
60 años; pero no olvida que más allá de alcanzar una edad avanzada, lo
importante es hacerlo con una buena calidad de vida, cuya receta es sentirse
útil y disfrutar del cariño de la familia, pues como ella misma escuchó decir
en cierta ocasión: “envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se
sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y
serena”.
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