¡Al fin es jueves! Se levanta más
temprano que nunca, mira el bate junto a la cama y sonríe. Sabe que después de
la escuela viajará hasta la
Ciudad de los Puentes, y allí, cerquita del mar, jugará
pelota.
Para Ronny Guerra Jiménez, la lejanía
no es capaz de paralizar los sueños. Por eso, con solo nueve años, sus padres lo
llevan dos veces en semana después de las clases al Beisbolito ubicado en la
urbe yumurina, donde forma parte del proyecto comunitario Los Cometas.
Todo comenzó hace más de seis meses cuando se
bañaba en la playa El Tenis y, luego de ver un juego de béisbol cerca, no paró
hasta lograr que su papá hablara con el entrenador.
Entonces el pequeño no imaginó el
sacrificio que implicaría tomar tal decisión: las caminatas de casi siete
kilómetros para regresar a su comunidad natal Manuelito, en el municipio de
Pedro Betancourt, las dificultades con el transporte y las llegadas de noche al
hogar.
Bárbaro Izquierdo Mediavilla,
profesor al frente del proyecto, recuerda que primero se asombró por la
distancia que debería recorrer el infante para acudir a cada clase, pero
enseguida lo consideró su alumno. Le dio la oportunidad de jugar en segunda
base durante el encuentro con amigos canadienses que tuvo lugar en el primer
trimestre de este año, y ahora hasta piensa organizar un juego en su terruño.
Hoy, cuando el pequeño ya es un
integrante más de esa gran familia de estrellitas apasionadas por el deporte
nacional, su padre Raúl Guerra Alemán confiesa: “Al principio lo complací creyendo
que se arrepentiría. Sin embargo, después de todo este tiempo sigue con el
mismo embullo de antes y se amarra a llorar cuando no puede asistir”.
“Me ha hecho aprender pelota
después de viejo. Su madre y yo estamos muy orgullosos. Tiempo atrás pensamos
que nuestro hijo era autista, pero teníamos fe en que los médicos descartarían
esa posibilidad y así fue. Cada vez que vence un obstáculo nos estimula a seguir
adelante. Él es nuestra razón”.
Después de enviar un saludo a sus
maestras de cuarto grado, por el apoyo brindado, Ronny busca el guante y se
pone su pulóver blanco y rojo. Aunque prefiere el color azul, si se trata de béisbol,
no hay otra tonalidad más hermosa que la de Los Cocodrilos.
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