No
imagino un país donde las escuelas sean guarida del consumismo,
mientras algunos venden su juventud por un rato de éxtasis. No imagino
un país de incertidumbre en las calles de la adicción y la violencia.
Cuba, con sus logros y dificultades, me ha enseñado una realidad
distinta.
Escondidas
en zapatos, tornillos, plumones e incluso en diferentes partes del
cuerpo humano, las drogas amenazan de forma constante con burlar el
sistema de enfrentamiento al delito en las fronteras nacionales para
expandirse entre la población cubana. Otros, incluso, se han atrevido a
cultivarlas dentro de la Isla, hasta ser capturados demostrando la
veracidad del refrán “cada cual recoge lo que siembra”.
Según
explicó el coronel Juan Carlos Poey, jefe de la Dirección Nacional
Antidrogas del Ministerio del Interior, en la Mesa Redonda: Cuba y la
batalla frente a las drogas, transmitida meses atrás, durante 2015 se
detectaron 178 casos en los que se descubrieron 29 555 plantas y 250 420
semillas.
“Los
volúmenes ocupados en el mar, la frontera aérea y el tráfico interno,
sumaron un total de 1266.59 kilogramos de drogas, por lo que se
detuvo a 1 363 personas, de ellos 44 extranjeros, los cuales fueron
sancionados de forma severa en correspondencia con la política jurídico
penal aprobada”, agregó.
Casi
un año después de tales sucesos, la lucha del gobierno cubano persiste,
no como el capricho de oponerse a un mal globalizado, sino como la
respuesta imperiosa ante uno de los más acuciantes problemas que
enfrenta la humanidad y que pone en peligro la supervivencia humana.
De
acuerdo con el doctor Vicente Hernández Castro, especialista de Segundo
Grado en Psiquiatría del Hospital Comandante Faustino Pérez de
Matanzas, aunque se cree que la marihuana tiene propiedades medicinales,
sus efectos pueden ser muy perjudiciales al conducir a la psicosis e
incluso no responder a los medicamentos. Casi todos los psicotrópicos
poseen propiedades farmacológicas que brindan aparente bienestar, pero
en realidad su gancho es fatídico desde el punto de vista físico,
psicológico, económico, social y cultural.
Disminución
del coeficiente intelectual en un diez por ciento de forma
irreversible, pérdidas de las capacidades establecidas con efectos
demenciales y desencadenamiento de cuadros de esquizofrenia con mayores
dificultades para la rehabilitación, son solo algunos de los posibles
perjuicios de las drogas.
Los
cubanos somos solidarios, por eso no tardamos en sufrir con el dolor
ajeno ante el embate de tsunamis, virus, temblores de tierra o
huracanes. Pero nuestras familias no deben desestimar el latente riesgo
de este otro fenómeno silencioso que termina por destruir el hogar y
deja a su paso el vaho de la desesperanza.
Qué
hacer sería la pregunta perfecta. Pero la respuesta no evade la
reflexión si consideramos algunos estudios científicos que explican cómo
en nuestra nación el consumo de drogas no menos dañinas (cigarro o
alcohol) en el círculo familiar de los más pequeños, influye en su
posterior conducta cuando la adolescencia los inquieta a experimentar
nuevas sensaciones o vivencias.
El
amor, la atención y el modelo correcto transmitido por los familiares
encabezan la lista de recomendaciones para alejar a las nuevas
generaciones de la adicción, que en la mayoría de los casos constituyen
el refugio o la compañía carentes en casa. La actitud del personal
médico con respecto a este asunto también resulta vital, por su notable
influencia en la salud de la población, al igual que el fomento de
iniciativas de prevención en las escuelas como los destacamentos Mirando
al Mar y círculos de interés para educar a las nuevas generaciones
sobre el tema.
Denunciar
de forma oportuna la producción, venta, demanda, tráfico, distribución y
tenencia ilícita de drogas, no se trata de una pelea exclusiva
de la Aduana General de la República o el Ministerio del Interior, sino
de todos los cubanos que amamos esta Isla y la soñamos siempre
tranquila y diáfana como sus amaneceres.