miércoles, 28 de septiembre de 2016

Camino a un hogar feliz/ Día Internacional de las Personas Mayores






 









Según el Anuario Estadístico de Salud, 2015, el índice de envejecimiento poblacional en Matanzas alcanza el 19,4 por ciento. Pero no es para alarmarse, como dijera en el 2003 Kofi Annan, entonces secretario General de la ONU “el envejecimiento no es un problema sino un logro; y no es un mero asunto de seguridad social y bienestar social, sino de desarrollo y política económica en conjunto…»
 
Este primero de octubre diferentes lugares del mundo celebrarán el Día Internacional de las Personas Mayores o del Adulto Mayor, como se le ha llamado hasta hoy. Sin embargo, más allá de los festejos, retumba en los oídos de muchos el eco de una interrogante: ¿cómo se prepara la sociedad para atender esta dinámica demográfica?

Preocupados por tal motivo, investigadores del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana (Cedem), alertan sobre la necesidad de un diseño coherente en el cual la gestión y planificación de programas de desarrollo económico y social incluya a la población, tomando en cuenta las modificaciones que experimentará.

Como publicara Granma en su edición digital del 13 de mayo de 2015, según Grisell Rodríguez, especialista del Cedem: “Hay que darse cuenta que serán menos los trabajadores, que se necesitarán más servicios geriátricos que pediátricos y que es vital buscar fórmulas para aprovechar a esa población ya en edad avanzada, pero que todavía es útil”.

Y es que si para 2025 la población cubana habrá disminuido en valores absolutos, en algo más de 203 111 personas y casi el 26 % de su población tendrá 60 años y más, con un elevado crecimiento absoluto de los mayores de 80, urge potenciar desde ahora la disminución de barreras arquitectónicas, repensar la excesiva construcción de edificaciones con tendencia vertical o la acelerada automatización de servicios vitales como el cobro a través de tarjetas magnéticas.

No se trata de ir en contra del desarrollo, sino de valorar hasta qué punto seremos capaces de enfrentar estos retos dentro de tan solo 14 años. Garantizar un mayor número de producciones textiles e industriales para adultos, programas televisivos u ofertas recreativas que satisfagan sus intereses, son solo otros de los detalles a tener en cuenta, los cuales no se deben considerar alejados de las relaciones intergeneracionales, presentes en diversos ámbitos como el hogar, el trabajo y la comunidad.


No obstante este logro social se traduce en la oportunidad de intercambiar saberes, experiencias o habilidades trasmisibles y aprovechables que se inscriben en el patrimonio cultural, conciencia política y convivencia social de la nación.

Teniendo en cuenta todo lo anterior y con vistas a cumplimentar el Lineamiento 144 de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, nuestra provincia realiza acciones dirigidas a enfrentar estos elevados niveles de envejecimiento.

 
Según la doctora Amparo Costa Méndez, jefa del departamento del Adulto Mayor, Asistencia Social y Salud Mental en el territorio, durante 2014 se inició el proceso de reparación integral de instituciones de manera que hoy contamos con 24 Casas de Abuelos, 10 Hogares de Ancianos, 18 especialistas en Geriatría y 61 camas en las salas de dicha especialidad.
 
No obstante, todavía es largo el camino por recorrer, pero el objetivo debe ser ver a todos nuestros abuelos sonreír como lo hace Hortensia Díaz Hernández, la señora de esta foto, que con 93 años teje para ejercitar la mente, disfruta de la música, así como del programa La Neurona Intranquila, mantiene una alimentación sana y es feliz porque se sabe querida. Al final como expresa Martí: ¡Qué culpa tan grande es la de no amar y mimar a nuestros ancianos!

lunes, 19 de septiembre de 2016

El misterio de las ruinas de Chartrand















De la gran casona de mampostería construida en medio de extensos jardines con 21 cuartos, hoy solo quedan algunas paredes de elevado puntal donde retumba el eco de ese nombre que un día las inmortalizara. 


 











Conocido como Las Ruinas de Chartrand, este inmueble ubicado en las afueras del actual poblado de Limonar (antes Guamacaro), se yergue como testigo de más de siglo y medio de historia para contar sobre aquellos tiempos de ingenios, esclavos y barracones, en los que vivió una de las figuras claves de la tendencia paisajista del siglo XIX, Esteban Chartrand-Dubois.

 

El 11 de octubre de 1840, cuando ya Matanzas era un emporio económico y cultural, nació en dicho lugar quien más tarde llegaría a contribuir con su obra pictórica al encuentro de la identidad nacional cubana.

Al parecer, sus padres de origen francés encontraron en estas tierras el remanso de paz y sosiego que les había robado a sus familias la Revolución Francesa y la Haitiana. Aquí heredaron El Laberinto, cafetal de un tío de Juan Matías (papá de Esteban), que más tarde, ante la decadencia sufrida por muchas de estas plantaciones en la Isla, transformarían en el Ingenio Ariadne, conforme a la leyenda de Ariadna que había logrado salir del laberinto.

Cuenta el historiador matancero Raúl R. Ruiz, en su libro Esteban Chartrand, nuestro romántico (1987), que el ingenio se encontraba situado a unos escasos 500 metros del poblado de Limonar. “Aún hoy día subsisten las ruinas de sus edificaciones, atravesadas por la Carretera Central en su paso desde La Habana hacia las provincias orientales”.

El testimonio de aquellos años llega hasta hoy a través de la pluma de la novelista sueca Fredrika Bremer quien permaneció varios días junto a la familia: “Muy próximo a mi ventana (…) tengo que ver todo el día a un grupo de negros moverse bajo el látigo, cuyo chasquido al resonar sobre sus cabezas (aunque en el aire), los mantiene trabajando constantemente, junto con los gritos impacientes y repetidos del capataz…”

 
A otros 500 metros del ingenio y los barracones, se hallaba la casa de los amos, de una sola planta. “Cuatro guardarrayas convergían hacia la residencia: la primera, de majestuosas palmas reales y tan larga-según afirman testigos-, que era necesario usar anteojos para distinguir a una persona en su extremo; otra de naranjos dulces, al final de la cual se encontraba el cementerio del pueblo de Limonar; las otras dos de naranjos agrios y de mangos. En el patio, en la parte trasera de la casa, un gran almendro de Otahití, de copa frondosa, se extendía ampliamente”, describe el texto de Raúl Ruiz.

El intenso verde sobre un terreno levemente ondulado y muy fértil, el brillante monte que se distingue en el horizonte, así como la cadena de montañas y el suelo cubierto de flores silvestres de todos colores y perfumes, deslumbraron también al escritor norteamericano Samuel Hazard, quien visitara estos parajes en 1868.

Semejante belleza unida a las dotes musicales y pictóricas de la madre Luisa, no dejaron a Esteban y a dos de sus hermanos más opción que sucumbir ante la magia de lienzos y pinceles.

De acuerdo con la crítica, el mejor llegó a ser Esteban, quien no solo mereció el premio Flor de Oro en 1867 con su cuadro Paisaje de las Lomas de San Miguel y exhibió en la Feria Floral de Charleston Atardecer en la sabana, sino además recibió tal admiración que las principales familias cubanas de la época tenían sus obras.

 

Sobre el talento de este afamado pintor, Ursulina Cruz Díaz plasmaría en el Diccionario biográfico de las Artes Plásticas: “Hay potencia solemne en su fecundidad, sus tintes violáceos, amarillo y naranjas armoniosamente usados”.
 
En la actualidad los cuadros Un ingenio en Bolondrón, Salto del Hanabanilla, Paisaje con riachuelo, entre otros, constituyen importantes piezas del Museo Nacional, mientras algunas obras pertenecen a grandes coleccionistas en Cuba y el extranjero.

Además del florecimiento de este joven artista en el territorio y la visita de la novelista Bremer en 1851, José Ignacio Martínez Monzón, historiador de Limonar, destaca otro importante hecho ocurrido en el ingenio: la estancia del entonces recién electo vicepresidente de Estados Unidos William Rufus King, cuya salud se encontraba quebrantada y mientras buscaba restablecerla en esta hacienda, tomaría posesión de su cargo el 24 de marzo de 1853.

Pero sin saber qué misterio atraía a tan prestigiosos visitantes la propiedad se engalanó también con la presencia de Juan Jacobo Audubón, célebre naturalista norteamericano de origen francés, el doctor Robert W. Gibbes, de Carolina del Sur, Richard Henry Dana, escritor y viajero, así como el gran duque ruso Alejo Alejandrovich, tercer hijo de Nicolás I, Zar de todas las Rusias y la emperatriz Alejandra.

 
Hoy, el recuerdo de los Chartrand quizás llegue vagamente a los limonareños por el nombre de una calle o los cuentos repetidos entre los más longevos, sin embargo allá, a 500 metros del pueblo se levantan estas ruinas, solitarias y olvidadas por muchos, pero bajo cuya sombra es posible revivir la historia.

 













jueves, 8 de septiembre de 2016

Cuando el metal cobra vida










 
Otro punto de soldadura y ya. Al fin está terminada la Harley Davidson, una versión más pequeña, pero fiel a la legendaria motocicleta que ahora ocupa el espacio privilegiado en la colección de Adriel.
 

“¡Pero giran las gomas y hasta se mueve el pedal!”-exclama un amigo sin despegar los ojos de la carrocería. El detalle de las llantas, chasis, retrovisor vuelve a sorprender a quienes ya quedaron perplejos una vez ante sus barcos, fotingos, locomotoras y saxofones.
 
Adriel Rodríguez Echazabal, vive en Bolondrón, tiene 23 años y es graduado de la Escuela Profesional de Artes Plásticas de Matanzas Roberto Diago Querol, pero su pasión ya le corría por las venas desde pequeño.
 
“Mi primera maestra fue mamá, quien sin tener conocimientos de la especialidad me pedía que le hiciera un tractor, una vaca, lo que se le ocurriera”, cuenta el joven artista y recuerda aquel tocororo, que su hermano no creía hubiera dibujado él. 


 
Mayor fue la sorpresa del tribunal al frente de las pruebas de aptitud para matricular en Artes Plásticas cuando su madre les enseñó la escultura de un caballo, que con tan corta edad había logrado representar.
 
“Cursaba el noveno grado, mis libretas siempre estaban llenas de figuras. Cada vez me adentraba más en ese mundo de inspiración y creatividad, por eso aunque supe un poco tarde de las pruebas, fui de prisa y llegué de último, pero parece que los profesores vieron algo en mí”.
 
“Luego, en la escuela aprendí muchísimo. Desde el principio supe que prefería la escultura y el profesor Yoel Peláez, más que el conocimiento, me dejó su espíritu de artista”.
 
De ahí que Adriel prefiera entre los materiales el metal y hoy sus obras reflejen la precisión y belleza, que un día le enseñara su maestro. No obstante, al llegar a cuarto año se aventuró en el grafito hasta adaptar a la realidad cubana obras como El Moisés, El Pensador y El Discóbolo.
 
“Al Moisés le agregué una señal de tránsito y El Pensador lo transformé en el Sembrador, por llevar sobre sus piernas una guataca. Estas y otras figuras con una altura de apenas unos centímetros captaron la atención de muchos espectadores durante la exposición de mi tesis de grado”.
 
Tiempo antes por sus primeros trabajos en este formato había sido seleccionado entre los tres primeros lugares para exponer en la Bienal de La Habana en el año 2012.
 
“He presentado algunas obras en la Galería de Pedro Betancourt Enrique Pérez Triana, donde obtuve varios premios en algunos concursos y también he expuesto en Varadero. Tengo mi propio taller donde encuentro la forma de expresarme, liberarme”.
 
Extender sus trabajos y presentarlos en la próxima Bienal son solo algunos de los sueños de este joven, que cada mañana le da un beso a su esposa y se marcha a crear, allí donde el metal cobra vida.


 

 























Cuando un hombre sabe a dónde va